Hablemos de… pagarse primero a uno mismo
Hace un tiempo me di cuenta de que siempre dejaba lo mío para después. Si había trabajo pendiente, posponía el gimnasio. Si surgía una urgencia, ya no cocinaba algo en condiciones. Si estaba cansado, ya no leía ni hacía nada que me gustara.
Y lo peor es que me convencía de que luego lo recuperaría. «Mañana entreno el doble», «El fin de semana ya me organizo», «Cuando tenga tiempo, empiezo a ahorrar». Pero mañana nunca llega, y lo que dejas para después, al final, se pierde.
El problema es que nunca se acaban las urgencias. Siempre hay algo más que hacer. Hasta que un día me di cuenta de que si no bloqueaba tiempo para mí antes que para todo lo demás, al final del día ya no me quedaban ni energía ni ganas y encima me frustraba. Y dolor de cabeza, y cabreo… Y así mal!
Hasta que un día leí El Hombre Más Rico de Babilonia (lo puedes comprar aquí en Amazon) y me ayudó mucho a ver las cosas de diferente manera.
Fue entonces cuando empecé a aplicar la regla de pagarse primero a uno mismo. Y, curiosamente, ahora produzco más, me encuentro mejor, como mejor y también estoy mejor con mi familia y mi entorno.
Porque cuando tú estás bien, todo lo demás también mejora.
A ver, Fer, pero no siempre podrás cumplir…
Sí, exacto. No siempre puedo cumplir.
A veces hay imprevistos, compromisos, días en los que todo se complica y simplemente no se puede. Pero no pasa nada. Lo importante no es hacerlo el 100% de las veces, sino que si lo cumples el 90% de las veces, la diferencia es abismal.
Es un poco como lo que dicen en algunas dietas sobre la cheat meal. Hay quien se la programa, pero yo no me lo planteo así. ¿Por qué? Porque la vida ya te dará suficientes excusas para saltarte la dieta por compromisos familiares, sociales o lo que surja.
Así que no te preocupes si algún día fallas. Lo importante es que la norma sea cumplir, no fallar. Y si un día no lo logras, al día siguiente vuelves al puente y tiras la piedra.
La piedra antes de la ciudad
En el libro se cuenta la historia de un hombre que, cada vez que regresaba a Babilonia, antes de cruzar el puente de entrada, tiraba una piedra al río. No era un gesto sin sentido, sino un ritual personal, un recordatorio de su disciplina y compromiso consigo mismo.
Había decidido que haría esto siempre, sin importar el día, el clima o las circunstancias. No tenía un propósito práctico, no le daba riqueza ni prestigio, pero sí algo más importante: la certeza de que cumplía sus propias promesas.
Pero un día, distraído por sus pensamientos, cruzó el puente sin lanzar la piedra.
En cuanto se dio cuenta, su primer impulso fue justificarlo:
«No pasa nada, mañana tiro dos.»
Pero algo dentro de él no estaba conforme. Sabía que no era lo mismo. Si hoy se permitía fallar, mañana encontraría otra excusa. Y pasado mañana también. Si rompía su propia regla una vez, significaba que en realidad no era una regla, sino una simple intención sin peso.
Fue entonces cuando tomó una decisión: dio la vuelta, regresó al puente y lanzó la piedra al río.
Porque su palabra tenía que valer algo, al menos para sí mismo.
Y ahí entendió algo que muchos ignoran: si no podía confiar en sí mismo para una tarea tan simple, ¿cómo iba a confiar en sí mismo para empresas más grandes?
Si no era capaz de cumplir con un pequeño gesto, ¿cómo iba a ser constante en el trabajo, en el ahorro, en la disciplina necesaria para conseguir lo que realmente quería?
Porque al final, no son las grandes decisiones las que determinan quién eres, sino las pequeñas acciones repetidas cada día. Y si rompes una promesa contigo mismo hoy, ¿qué te impide romper otra mañana?
Esa historia, que parece sencilla, es el reflejo exacto de lo que hacemos en la vida.
- Cuando decides que ahorrarás un 10% de lo que ganas, pero un mes te lo saltas “porque ya recuperarás después”, estás cruzando el puente sin tirar la piedra.
- Cuando te prometes que entrenarás cada mañana, pero un día decides que no pasa nada por saltarte uno, estás cruzando el puente sin tirar la piedra.
- Cuando decides que te tomarás tiempo para ti, pero en cuanto hay un imprevisto sacrificas lo tuyo antes que cualquier otra cosa, estás cruzando el puente sin tirar la piedra.
- Cuando decides que vas a acostarte temprano para descansar mejor, pero una serie, el móvil o el trabajo te hacen quedarte despierto hasta tarde «solo esta vez», estás cruzando el puente sin tirar la piedra.
- Cuando decides que vas a dejar de gastar en tonterías para ahorrar, pero ves una oferta irresistible y piensas «no pasa nada, este mes empiezo de verdad», estás cruzando el puente sin tirar la piedra.
- Cuando decides que vas a aprender algo nuevo, leer más o mejorar en un área importante de tu vida, pero cada día encuentras una excusa para dejarlo para mañana, estás cruzando el puente sin tirar la piedra.
Y así podríamos seguir con la temática que quieras…
Pero si cada vez que cruzas el puente sin tirar la piedra, vuelves atrás y la tiras, entonces empiezas a convertirte en alguien en quien puedes confiar. Y eso está muy bien porque te da seguridad en ti mismo.
La Regla de Oro: págate primero
Este concepto no es nuevo en cuanto a dinero se refiere. El Hombre Más Rico de Babilonia lo menciona como la primera regla del éxito financiero: antes de pagarle a nadie más, aparta una parte de lo que ganas para ti.
¿Cómo funciona? Simple: antes de gastar en alquiler, comida, suscripciones, caprichos o cualquier otra cosa, reserva una parte de tu dinero para ti.
¿Cuánto? Lo recomendable es un 10% mínimo, si puedes más mejor. Lo importante es el hábito, no la cantidad.
¿Para qué? Para construir un colchón que, con el tiempo, te dé seguridad, te ayude a aprovechar oportunidades y, sobre todo, te saque del ciclo de vivir al día.
¿Cómo hacerlo sin fallar? Automatizándolo. Si esperas a ver qué te sobra a final de mes, probablemente nunca sobre nada.
Ejemplo: Si apartas el 10% de lo que ganas cada mes, en un año habrás guardado más dinero del que pensabas posible. Y lo mejor: habrás creado el hábito de priorizarte a ti antes que a los gastos.
Pero la idea de pagarte primero no se trata solo de dinero. También aplica a cómo usas tu tiempo y tu energía.
Si no te reservas tiempo, nunca lo tendrás
Todos hemos dicho alguna vez “cuando tenga tiempo, haré ejercicio”, “cuando termine este proyecto, empezaré a leer” o “cuando me organice mejor, tendré más tiempo para mí”.
El problema es que el tiempo nunca sobra. Siempre hay imprevistos, compromisos, cosas urgentes que te van a robar cada minuto libre que dejes sin proteger.
Si no te pagas primero con tu tiempo, lo acabas gastando todo en los demás.
Ejemplo con el ejercicio: Si decides hacer deporte “cuando puedas”, lo más probable es que nunca encuentres el momento. Pero si lo haces lo primero del día, pase lo que pase después, ya te has ejercitado.
Ejemplo con la concentración: Si abres el email o el WhatsApp nada más despertarte, tu día empieza con las prioridades de otros, no las tuyas. Si en cambio te tomas un rato para ti antes de atender al mundo, tu cabeza arranca con claridad, no con ruido.
Ejemplo con el descanso: Si no bloqueas tiempo para dormir bien, las urgencias siempre ganarán. Si priorizas tu descanso, tendrás más energía para todo lo demás.
La clave está en reservar tu tiempo antes de que otros lo ocupen por ti.
No es egoísmo, es autocuidado
Mucha gente siente culpa al ponerse primero. No deberías.
Cuidar de ti mismo no significa olvidarte de los demás. Significa que si tú estás bien, puedes dar más y mejor a quienes te rodean.
De hecho, hay un término para cuando priorizar siempre a los demás acaba pasándote factura: el síndrome del cuidador. Es lo que les pasa a muchas personas que se dedican a cuidar a otros (familiares, amigos, pacientes, clientes) hasta el punto de agotarse física y mentalmente. Y cuando eso ocurre, ni te puedes cuidar a ti mismo ni puedes cuidar bien a los demás.
Si estás agotado, si vives con estrés, si sientes que nunca tienes tiempo ni dinero para ti… ¿cómo vas a dar lo mejor a los demás?
La mejor forma de cuidar a los tuyos, de hacer mejor tu trabajo y de ser una persona más equilibrada es empezar por estar bien tú primero.
Pagarte primero no es un capricho, es, o puede ser, un principio de vida.
¿Tú te pagas primero o dejas que todo tu tiempo y tu dinero se vayan en los demás?
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Nos vemos por allí.